La palabra de los médicos que viajaron a Polonia para asistir a refugiados ucranianos
«Es imposible pensar que una persona que huye de su casa ante bombardeos no atraviesa una situación traumática de un inmenso impacto emocional», expresó el jefe de Psiquiatría del Cemic luego de su misión humanitaria al país europeo, en medio de la guerra entre Ucrania y Rusia.
El lunes pasado, un grupo de médicos viajó a Polonia para asistir a los refugiados por la guerra entre Ucrania y Rusia, en una misión humanitaria de la que participó un grupo de médicos que llegaron en el avión de Enrique Peñeyro.
El viaje estuvo encabezado por Pablo Rozic, jefe de Psiquiatría del Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas (Cemic), que aseguró: «Es imposible pensar que una persona que huye de su casa ante bombardeos, corre a pie por ciudades que pueden estar siendo atacadas o tomadas y llega a un campo de refugiados no atraviesa una situación traumática de un inmenso impacto emocional».
Él es uno de los especialistas que viajó el lunes pasado a la ciudad de Przemyst, en Polonia, cerca de la frontera con Ucrania, para asistir en la clínica de atención primaria de un centro de refugiados, perteneciente a la Misión Médica Humanitaria del Hospital Hadassah de Jerusalén, que lleva operando en el lugar ante la invasión de Rusia a Ucrania desde el 7 de marzo pasado y donde colaboran también ONG locales e internacionales y profesionales del Hospital Universitario Médico de Lublin.
Además, al titular de Psiquiatría del Cemic, las médicas de familia, Mercedes Heinermann y Jimena Juárez, y la pediatra Dana Tatin conformaron el equipo de cuatro profesionales que fueron en uno de los vuelos humanitarios comandado por el expiloto de LAPA, médico y actual emprendedor gastronómico Enrique Piñeyro y cuyo regreso está previsto el 12 de junio, cuando llegue su reemplazo.
También viajarán el director general del Cemic, Hugo Magonza, y la coordinadora de Desarrollo de la institución, Fanny Ribak. Se trató del primer equipo sanitario de argentinos y el 14° contingente de médicos y enfermeros voluntarios que cooperan en el operativo impulsado por Hadassah de forma rotativa, donde ya se trató a más de 12.000 refugiados.
Previo al viaje, Rozic había asegurado: «Las necesidades eran muy urgentes ante las situaciones de trauma. Trataremos de hacer una evaluación rigurosa de cada paciente y estamos planificando, junto al equipo chileno, los psiquiatras de Hadassah y la OMS, una intervención en salud mental infantojuvenil, con una serie de juegos, para poder permitir a los chicos verbalizar sus impactos emocionales y poder trabajar con las madres y sus hijos, familias desmembradas que quedan en un lugar de tránsito. Pretendemos que este modelo quede establecido para que lo utilicen futuras delegaciones que roten por el lugar», indicó a LA NACION.
Por su lado, Tatin, de 33 años y que actualmente trabaja en el Cesac N°1, había destacado también la importancia de la experiencia: «Es un poco inexplicable el no poder imaginar lo que nos vamos a encontrar, pero tengo mucha energía y ganas de ayudar e intervenir en esta situación histórica desde un lado humanitario y pediátrico. También estoy temerosa por cómo me atraviesen las historias de las personas refugiadas, pero lo importante es aportar un granito de arena a esta causa”.
Rozic realizó su formación posmédica en Jerusalén, de la mano de Hadassah Internacional y, cuando regresó a la Argentina, se incorporó al Cemic. Ambas instituciones comparten un convenio de cooperación académica, científica y tecnológica. Así surgió este viaje, explicó el experto. «Planificamos la rotación de alumnos de la carrera de Medicina y posgrados de un hospital a otro, pero cayó la pandemia. Hace un mes y medio, contacté al director de Hadassah Internacional y me dijo: ‘Terminó la pandemia, pero llegó una guerra’, y planificamos este operativo».
El equipo realizó turnos de 12 horas de atención en el centro clínico, diurnos y nocturnos, en una ola constante de llegada de refugiados, como prevén.
Por su lado, Heinermann, de 27 años, es una de las médicas de familia que viajó en esta misión. La especialista se centró en la medicina de atención primaria.
Juárez, de 28 años y que viajó anteriormente al norte de Salta para atender a la población wichi, reveló sentir incertidumbre ante el viaje. «No vivimos nunca nada parecido a lo que vamos a encontrar al llegar. Como médica, creo que el trabajo también es humanitario: abordar la salud, por supuesto, pero también centrarse en la persona y en las comunidades».
Por su parte, Magonza, permaneció en Polonia dos días como apoyo institucional, y antes de viajar, señaló: «Las familias necesitan apoyo y contención emocional. Puede parecer que se encuentren físicamente bien y estar psicológicamente deteriorados ante la muerte de sus seres queridos, el desarraigo o el desconocimiento ante su futuro. Por ello, decidimos ayudar a mitigar el sufrimiento con un equipo comprometido”.
Ribak, que se encargó de la logística durante el viaje, dijo previamente al viaje: «Estoy muy movilizada y conmovida por la disposición de los médicos del mundo a movilizarse tras dos años de pandemia, con todo lo que implicó para ellos esta situación».
Hadassah precisó que más de 5,16 millones de ucranianos abandonaron el país hasta el pasado 22 de abril y que 2,4 millones se encuentran refugiados en Polonia.
Con información de La Nación.
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